La noche se acercaba
sigilosa por el final de la tarde, la penumbra lentamente abrazaba las luces
del día, Siempre, el atardecer ha sido
seductor y lujurioso para ella. Caminaba de regreso a casa, delirios de
ansiedad, sus labios y garganta se resecaban, sentía como sus caderas se
deslizaban frotando su cuerpo contra las costuras bruscas del pantalón
ajustado. Presentía algo diferente, su corazón brincaba y su sangre hervía
recorriéndola toda. Mordía sus labios inconscientemente, era todo un mar de
deseos, sentía la humedad brotar de su cuerpo y esconderse bajo los pliegues de
su piel. Al entrar súbitamente en la habitación, estaba agitada y emocionada. Y allí estaba él, esperándola en su sillón, camisa blanca, pantalón negro, con esa impactante presencia
que la intimidaba, lanzo una sonrisa cómplice mientras ella se abalanzaba
besando sus manos y sus pies.
Inmediatamente ella se desnudó,
dejando puestos sus zapatos de tacón; se acerco a él con su collar, lo recibió, lo
ajusto en su cuello, la tomo en sus brazos trenzando su cabello largo, la colocó sobre el antebrazos del sillón, tomo
el flogger y sin aviso comenzó a azotarla sobre sus caderas y otras partes de
su piel, cada uno más fuerte que el anterior, su piel blanca se tornaba rojiza,
a cada azote se estremecía y jadeaba,
apretaba sus puños y mordía sus labios. Sus manos firmes la sujetaron, trayendo
sus brazos hacia atrás, el frio metal de unas esposas rodeo su muñeca, antes de
asegurarla, la llevo junto a una columna de acero, estando allí hizo que
abrazara de espaldas el frio metal y la aseguró. Tomó su trenza y tiro de ella
hacia atrás, apretó sus labios, se acercó para que pudiera sentir su aliento y
antes de besarla, la mordió, sujeto su labio inferior entre los dientes firme y
fuerte, ella contuvo el grito mientras se estremecía. Al soltarla ella sintió
como su labio palpitaba, casi ardía. Sacando un ball gag de su bolsillo, ella sonrió, mientras
aseguraba el arnés atrás de su cabeza le acarició los hombros desnudos, le
rozaba el cuello, podía sentir como palpitaba, le separó las piernas, llevo
una mano a su sexo, viscoso, húmedo,
caliente, palpitante. Al sentir la proximidad de sus dedos ella se estremeció
intentando cerrar las piernas, lo que él impidió con sus muslos y apretándole
fuerte. Tomo una cuerda fina y ató sus pezones, estaban duros y erectos, coloco
una barra de metal con esposas en los extremos para cada tobillo. Ella seguía
todos sus movimientos con la mirada, disfrutaba verlo como se consumía y se
concentraba en ajustar cada cuerda, cada nudo, cada esposa, disfrutaba sentir
como la inmovilizaba, se sentía segura en sus manos, estaba tranquila, y
disfrutaba sentirse dispuesta y expuesta para su placer.
De pronto, él se ausento y
regresó con un par de velas rojas sobre un candelabro antiguo, Instintivamente
su corazón dio un brinco y su respiración se agito, contrajo su vientre,
tratando de mantener el aliento, su saliva brotando por las comisuras de la boca y mojaba sus
senos atados, él se acercó mirándola fijamente, sentía su ansiedad, sus piernas
temblorosas y el palpitar de su corazón era evidente en su pecho. Acerco la vela, viendo como ella contenía la respiración, y mantenía
quieto el cuerpo, y la inclino sobre su seno derecho, un gemido se ahogó en su garganta,
sus ojos se cerraron y por un instante se detuvo su respiración; la parafina se
deslizaba enfriándose sobre la pálida piel,
fue al seno izquierdo y repitió la operación, esta vez sintió como sus nalgas
se contrajeron y sus piernas se doblegaron, en cuanto ella recuperaba el aliento, repetía una y otra vez
en áreas diferentes de los senos, en su pecho. Ella se estremecía y sus gemidos
ahogados eran cada vez más profundos, el perfilaba con la cera la silueta de
sus senos, a ella le encantaba, lo miraba por momentos consumido en el placer
de dibujar sobre su piel, era su delirio, verlo entregado a su placer.
Alejándose él dejo que
recuperara el aliento, mientras, ubicó frente a ella un espejo cuerpo completo
para que se observara. Alucinada con la imagen, ella se observaba como fuera de
sí, desde otro cuerpo, veía como el sudor perlaba su frente, sentía su cuerpo arder,
y en su pecho, una marca de cera roja contrastaba perfecto con lo blanco de sus
senos, parcialmente bañados y su vientre salpicado vagamente, era hermoso, sus
ojos lagrimeantes de placer y emoción, estaban envueltos en el cuadro, él desde
el otro lado del salón, feliz la observaba.
Continúa...
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